Cosas que pasan por una mente inquieta
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Te quiero

1/26/2015

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Hay días en los que amanecemos rotos, no se otra forma de expresarlo, es como si una parte de ti se hubiese quedado pegada a las cobijas o al pijama, y nos fuésemos sin ella sin darnos cuenta; como si esa pequeña parte perdida se hubiese escapado mientras estábamos en nuestro profundo y hermoso mundo de los sueños, y que al intentar volver a ti, no te encontrara, y ahora esté perdida tratando desesperadamente de hallarte, y tu también a ella, porque lo sientes en tu interior, algo no anda bien.  
Pero como no sabes exactamente que se te perdió, que se escapó de tu interior, no lo puedes llamar por su nombre para que regrese, lo que hace ese momento aún más angustiante, cómo cuando buscas en silencio y sin alterar a nadie tu celular, y cuándo por fin manifiestas tu preocupación, y te sugieren que lo llames, respondes que está en silencio. Esa parte de ti te necesita, tu la necesitas, pero cuando ya llegó el punto en el que sabes que si te sigues esforzando y preocupando de más, te vas a cegar, cedes un poco a que el tiempo haga su trabajo. 
Y, sin más, eso aparece, y de la forma más peculiar del mundo: 

Un "te quiero", un sincero y pequeño "te quiero", es lo que a veces nos hace falta para sentirnos completos. No porque no lo digamos con la suficiente frecuencia, o sentimiento a aquellos a quienes amamos, no porque dejemos de demostrarlo, sino porque, en la situación en la que vivimos actualmente, tan llena de dificultades y caminos oscuros y espinosos, se nos escapa la dulzura del corazón. 
Puede que ya hayamos drenado mucha a lo largo de los años, porque es inevitable que se formen costras y cicatrices en las áreas heridas de nuestro cuerpo y nuestra alma, pero la verdadera esencia, aquello que con el ensayo y error se ha ido reduciendo y reduciendo hasta lograr un concentrado, algo fuerte y consistente, es lo que a veces tiende a escaparse de nuestro interior, cuando llevamos mucho tiempo con el alma en reposo de sentir. 
Así que a veces, decir un te quiero, o que te digan un te quiero, es el camino para que eso vuelva a ti, y ya no te sientas tan perdido. 
Te quiero. 
Mariana Betancourt Castro

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Ella

1/16/2015

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Viendo como poco a poco esa masa negra la iba rodeando, trató de no caer en la desesperación. Eso ya había pasado antes, a pesar de que ella sabía que tenía la fuerza interna para soportarlo, se moría de miedo. Pero ni eso, ni la masa negra, ni ese doloroso nudo en la garganta, ni el profundo miedo que tenía en el pecho, ni esa vieja sensación de vacío en el pecho, tan conocida que cuando la invadió la sintió, por muy irónico que suene, cómo una vieja amiga, pudieron quitarle su expresión valiente. Se sacó el corazón y escribió en él unas últimas palabras dulces, que sonaron como la más triste y conmovedora melodía, antes de empezar a cubrirlo nuevamente con piedras.No se arrepentía de haberlas quitado en su momento, ya que le permitieron sentir  cosas hermosas, pero era hora de protegerlo nuevamente. La masa negra estaba cerca. 
Con rabia se secó unas lágrimas rebeldes que no se conformaron con quedarse encerradas en sus lagrimales, no era el momento, tenía que conseguir más piedras para proteger su brillante y cálido corazón. 
Para cuando hubo terminado de cubrirlo, lo introdujo nuevamente en su pecho y lloró con fuerza, le dolía, las piedras lo oprimían, su corazón se encontraba confundido, cómo cuando atrapas a un pajarito salvaje en una jaula. Con un gemido se puso de pie, supuso que en el momento en el que puso de nuevo a su cálido y agitado amigo cubierto de piedras en su pecho, fue cuando cayó de rodillas por el profundo ardor, una vez incorporada miró a su alrededor. 
La masa estaba cada vez más cerca. 
Tragando fuerte se abrazó a si misma, tratando de calmarse. Ya el frío consecuente a tener piedras en el pecho estaba invadiendo sus extremidades, su corazón no se quedaba quieto, lo que hacía que cada fuerte latido se sintiese como si lo apuñalasen una y otra y otra vez. 
-Calma, por favor- le susurró- esto no será permanente, es sólo para protegerte- le echó un vistazo nuevamente a su alrededor, las lágrimas corrían como un par de potentes cascadas por sus mejillas- quédate quieto, o te descubrirán- 
Respirando profundamente, enjugando sus lágrimas y volviendo a colocar su expresión fiera, esperó la llegada de la masa negra. 
-Te prometo que volverás a ver el sol, los colores y que te volveré a quitar esas piedras, pero hoy no- 
La masa estaba casi encima de ella. 
Mariana Betancourt Castro.
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    En este espacio me dedico a escribir cuentos, cosas que me pasan, que pienso o que me interesan, hacer reseñas y recomendar películas o canciones. 

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    Mariana Betancourt Castro

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