Viendo como poco a poco esa masa negra la iba rodeando, trató de no caer en la desesperación. Eso ya había pasado antes, a pesar de que ella sabía que tenía la fuerza interna para soportarlo, se moría de miedo. Pero ni eso, ni la masa negra, ni ese doloroso nudo en la garganta, ni el profundo miedo que tenía en el pecho, ni esa vieja sensación de vacío en el pecho, tan conocida que cuando la invadió la sintió, por muy irónico que suene, cómo una vieja amiga, pudieron quitarle su expresión valiente. Se sacó el corazón y escribió en él unas últimas palabras dulces, que sonaron como la más triste y conmovedora melodía, antes de empezar a cubrirlo nuevamente con piedras.No se arrepentía de haberlas quitado en su momento, ya que le permitieron sentir cosas hermosas, pero era hora de protegerlo nuevamente. La masa negra estaba cerca.
Con rabia se secó unas lágrimas rebeldes que no se conformaron con quedarse encerradas en sus lagrimales, no era el momento, tenía que conseguir más piedras para proteger su brillante y cálido corazón.
Para cuando hubo terminado de cubrirlo, lo introdujo nuevamente en su pecho y lloró con fuerza, le dolía, las piedras lo oprimían, su corazón se encontraba confundido, cómo cuando atrapas a un pajarito salvaje en una jaula. Con un gemido se puso de pie, supuso que en el momento en el que puso de nuevo a su cálido y agitado amigo cubierto de piedras en su pecho, fue cuando cayó de rodillas por el profundo ardor, una vez incorporada miró a su alrededor.
La masa estaba cada vez más cerca.
Tragando fuerte se abrazó a si misma, tratando de calmarse. Ya el frío consecuente a tener piedras en el pecho estaba invadiendo sus extremidades, su corazón no se quedaba quieto, lo que hacía que cada fuerte latido se sintiese como si lo apuñalasen una y otra y otra vez.
-Calma, por favor- le susurró- esto no será permanente, es sólo para protegerte- le echó un vistazo nuevamente a su alrededor, las lágrimas corrían como un par de potentes cascadas por sus mejillas- quédate quieto, o te descubrirán-
Respirando profundamente, enjugando sus lágrimas y volviendo a colocar su expresión fiera, esperó la llegada de la masa negra.
-Te prometo que volverás a ver el sol, los colores y que te volveré a quitar esas piedras, pero hoy no-
La masa estaba casi encima de ella.
Mariana Betancourt Castro.
Con rabia se secó unas lágrimas rebeldes que no se conformaron con quedarse encerradas en sus lagrimales, no era el momento, tenía que conseguir más piedras para proteger su brillante y cálido corazón.
Para cuando hubo terminado de cubrirlo, lo introdujo nuevamente en su pecho y lloró con fuerza, le dolía, las piedras lo oprimían, su corazón se encontraba confundido, cómo cuando atrapas a un pajarito salvaje en una jaula. Con un gemido se puso de pie, supuso que en el momento en el que puso de nuevo a su cálido y agitado amigo cubierto de piedras en su pecho, fue cuando cayó de rodillas por el profundo ardor, una vez incorporada miró a su alrededor.
La masa estaba cada vez más cerca.
Tragando fuerte se abrazó a si misma, tratando de calmarse. Ya el frío consecuente a tener piedras en el pecho estaba invadiendo sus extremidades, su corazón no se quedaba quieto, lo que hacía que cada fuerte latido se sintiese como si lo apuñalasen una y otra y otra vez.
-Calma, por favor- le susurró- esto no será permanente, es sólo para protegerte- le echó un vistazo nuevamente a su alrededor, las lágrimas corrían como un par de potentes cascadas por sus mejillas- quédate quieto, o te descubrirán-
Respirando profundamente, enjugando sus lágrimas y volviendo a colocar su expresión fiera, esperó la llegada de la masa negra.
-Te prometo que volverás a ver el sol, los colores y que te volveré a quitar esas piedras, pero hoy no-
La masa estaba casi encima de ella.
Mariana Betancourt Castro.