El domingo 23 de noviembre ocurrió algo que vale la pena ser mencionado en la reflexión de esta semana:
Un grupo de manifestantes, con sus caras tapadas con máscaras, empezaron a causar disturbios frente a la plaza Francia de Altamira, en dónde se estaba realizando el cierre del Festival de Lectura. Dicha manifestación causó mucha polémica en las redes sociales, debido a que los susodichos obstruyeron el tráfico de los vehículos, y la guardia nacional tuvo que hacer acto de presencia para disipar la protesta, lo que causó por supuesto un final inesperado a dicho festival. La gente huyó y muchos puestos cerraron, cabe a destacar que muchos estaban asustados.
Ahora bien, volviendo al tema de las redes sociales, el conocido Leonardo Padrón posteó el siguiente tweet en su cuenta: “La protesta realizada en la Plaza Altamira, arruinando el cierre del Festival de Lectura, es un ejercicio de soberana estupidez.”, lo cual empezó, casi de manera inmediata, a generar respuestas por parte de las personas, tanto en su contra como de manera de apoyo. Muchas otras personas manifestaron en sus cuentas su opinión sobre aquella protesta, que se hacía llamar “La marcha de las mil máscaras” conformada por apenas un grupo de no más de veinte.
En la vida hay que tener un norte, no hace falta que ese norte esté plasmado de aquí a diez años, puede ser de aquí a uno, de aquí a un mes, incluso de aquí a una hora, y esa feria de Lectura tenía el norte bien claro: ofrecerle a los caraqueños la oportunidad de ampliar sus conocimientos o sus maneras de entretenerse mediante la compra de un libro que les llame la atención, y de ver y participar en las actividades, charlas y conciertos que se realizaron durante ese período de tiempo. Su norte era ofrecer un espacio de libertad mediante los libros, porque el conocimiento que adquirimos mediante ellos nos hace libres, y lo logró, al usar las herramientas y medios correctos.
Ahora ¿Cuál era el norte de “la marcha de las mil máscaras”? ¿Lograron algo?
Mariana Betancourt Castro
Un grupo de manifestantes, con sus caras tapadas con máscaras, empezaron a causar disturbios frente a la plaza Francia de Altamira, en dónde se estaba realizando el cierre del Festival de Lectura. Dicha manifestación causó mucha polémica en las redes sociales, debido a que los susodichos obstruyeron el tráfico de los vehículos, y la guardia nacional tuvo que hacer acto de presencia para disipar la protesta, lo que causó por supuesto un final inesperado a dicho festival. La gente huyó y muchos puestos cerraron, cabe a destacar que muchos estaban asustados.
Ahora bien, volviendo al tema de las redes sociales, el conocido Leonardo Padrón posteó el siguiente tweet en su cuenta: “La protesta realizada en la Plaza Altamira, arruinando el cierre del Festival de Lectura, es un ejercicio de soberana estupidez.”, lo cual empezó, casi de manera inmediata, a generar respuestas por parte de las personas, tanto en su contra como de manera de apoyo. Muchas otras personas manifestaron en sus cuentas su opinión sobre aquella protesta, que se hacía llamar “La marcha de las mil máscaras” conformada por apenas un grupo de no más de veinte.
En la vida hay que tener un norte, no hace falta que ese norte esté plasmado de aquí a diez años, puede ser de aquí a uno, de aquí a un mes, incluso de aquí a una hora, y esa feria de Lectura tenía el norte bien claro: ofrecerle a los caraqueños la oportunidad de ampliar sus conocimientos o sus maneras de entretenerse mediante la compra de un libro que les llame la atención, y de ver y participar en las actividades, charlas y conciertos que se realizaron durante ese período de tiempo. Su norte era ofrecer un espacio de libertad mediante los libros, porque el conocimiento que adquirimos mediante ellos nos hace libres, y lo logró, al usar las herramientas y medios correctos.
Ahora ¿Cuál era el norte de “la marcha de las mil máscaras”? ¿Lograron algo?
Mariana Betancourt Castro