Escribí una crónica histórica para un trabajo de la universidad, inspirada en un sueño que tuve, espero que sea de su agrado <3.
Hacía lo que muchos hicieron durante esos días difíciles, me escondía, me ocultaba de aquellos que querían llevarme a esos lugares tan tristes y tenebrosos llamados “campos de trabajo” o “campos de concentración”. No estaba sola, en ese pequeño escondite estaban conmigo mi hermanita y mis padres, nuestra única conexión con el mundo exterior era un pequeño y viejo radio que sólo escuchábamos durante las noches y a un volumen muy bajo para que nadie se percatara de nuestra presencia y cuando nos asegurábamos de que nadie miraba, una pequeña ventana que dejaba ver un pedacito de cielo entre los edificios abandonados y grises, nuestra única comida al día se basaba de papas y sopa hecha con algunos huesos que habíamos estado reutilizando desde hace ya un tiempo, ya el caldo se había convertido en agua caliente, pero no se podía pedir demasiado, es lo que había y teníamos que estar agradecidos por eso.
Hace exactamente dos años que nos encontrábamos en este lugar, al principio mamá nos arropaba en las noches diciendo que esa era algo así como una pequeña aventura, en la que teníamos que vivir cómo los héroes de los libros que usualmente escapan de los malos, escondiéndonos y haciendo mucho silencio para que nadie nos notara y nos atrapara, decía que cuando todo esto terminara íbamos a poder comer bien y volver a usar vestidos bonitos, sin necesidad de llevar la estrella de David en nuestros abrigos, visibles para aquellos guardias de mirada helada, pero al cabo de un tiempo ya no nos decían que fuésemos como los héroes, o que volveríamos a comer bien, de hecho, ya no recordaba mucho el sonido de nuestras voces porque ya no teníamos la fuerza para hablarnos más de lo necesario, lo cual era bastante triste ya que una de las cosas que más disfrutábamos era escuchar a mamá cantar, su voz era preciosa, papá me decía que yo cantaba bien, pero yo prefería escucharla a ella. Me partía el corazón cuando veía a mi hermana frente al espejo examinándose el rostro, que antes solía ser más gordito y rosado y ahora se encontraba muy delgado y con una tonalidad gris por la falta de sol y aire fresco, en esos momentos recuerdo que la apartaba y le decía que ella era la niña más linda del mundo y que no se angustiara, luego de que se fuera era yo la que me miraba al espejo y observaba lo vieja que me veía para tan sólo tener diecisiete años, pero al menos estábamos juntos, pensaba, al menos estábamos todos juntos.
Una noche escuchamos fuertes golpes y patadas en la puerta, inmediatamente deduje que nos habían encontrado, como compartía cuarto con mi hermana, la jalé violentamente por el brazo, le metí de forma apresurada en los bolsillos de su piyama el dinero que tenía escondido bajo mi colchón y salimos corriendo cruzando el pasillo, en dónde se encontraba nuestra ventana, la saqué y ella se sostuvo con fuerza a la cornisa que quedaba en la pared, el suelo quedaba a unos diez metros y ella podía bajar aferrándose de los ladrillos que sobresalían, le alcancé a decir que esperara a que no hubiese nadie para que se fuera y que no mirara hacia atrás, una vez dicho eso, cerré la ventana y salí corriendo hacia mi cuarto para descubrir que ya los oficiales de la SS habían entrado y se encontraban registrándolo todo.
Nos golpearon, nos maltrataron, estaban convencidos de que faltaba una persona, mis padres al entender que mi hermana había escapado, argumentaron que tenían otra hija, pero que había muerto hace poco, después de golpearnos más nos creyeron, nos dieron unos minutos para recoger todo lo que pudiésemos cargar y nos llevaron, mientras nos conducían a ese vehículo obscuro pude observar una pequeña silueta en camisón blanco que nos observaba desde un callejón, hice el ademán de querer volver al escondite porque había olvidado algo, razón por la cual el oficial me golpeó nuevamente y como castigo lanzó mi maleta contra una pared y me subió a la patrulla por los cabellos, yo no podía parar de llorar por el dolor de los golpes, pero al menos sabía que mi hermana tendría ropa con la cual mantenerse caliente, donde quiera que estuviese.
Los días siguiente son algo borrosos, no logro recordar con claridad ese largo viaje en tren, pero cada vez que lo intento el recuerdo potente de un olor a vómito, orine y heces fecales se asoma en mi nariz. También recuerdo que se llevaron a mi papá cuando llegamos al campo, me quedé sola con mi mamá, a quien vi morir al poco tiempo de frío y hambre, lo único que podía hacer para recordarla y aliviar mi dolor era tararear las canciones que ella solía cantar para nosotros, con el tiempo las demás reclusas me pedían hacerlo a la hora de apagar las luces, ya que era el único momento del día en el que se podían permitir olvidar un poco las penas por las que todos pasábamos, cantaba hasta que todas se dormían y luego yo lloraba, hasta quedarme dormida también. Con el tiempo reconocí a una amiga con la que solía ir al colegio, compartíamos comida, nos dividíamos el trabajo a escondidas y con el pasar de los días, decidimos idear una forma de escapar, buscamos los puntos débiles de las cercas y una noche, en el momento preciso, nos hicimos con el poco pan mohoso que pudimos encontrar y corrimos tomadas de la mano, fue difícil, ya que en la noche hay perros. Estábamos ya cerca de nuestra salida cuando los perros empezaron a ladrar y a correr frenéticamente detrás de nosotras, sentía que los pies se me iban a salir en plena carrera, logré pasar la cerca primero sin dejar de tomar la mano de mi amiga, y fue entonces cuando mi pesadilla se hizo todavía más intensa, sentí un jalón, y al voltear descubrí con horror como los perros la tomaban por las piernas, ella chillaba de dolor, con lágrimas de terror en los ojos intenté traerla conmigo, pero los perros eran más fuertes, y ella sólo me gritaba que corriera, yo no quería dejarla, no quería estar sola; la sangre salpicaba por todas partes, escuchaba que los guardias ya venían, yo no quería soltarla, pero ella sólo me miró a los ojos en lo que me pareció que fue el segundo más lago de mi vida y me dijo “vete” y se soltó, del impulso me caí sentada pero inmediatamente salí corriendo mientras escuchaba sus gritos, aún escucho esos gritos cuando tengo pesadillas, usualmente una vez a la semana.
Al salir vagué por las calles comiendo basura, robándome las cosas que pude de casas que parecían estar abandonadas, en ocasiones conseguía objetos valiosos que parecían tener un gran valor sentimental, pero con mucho remordimiento las cambiaba por comida o ropa para cubrir mi esquelético cuerpo del frío. Un día me encontraba durmiendo en un callejón cuando me pareció escuchar que la guerra había finalizado, no podía alegrarme, la guerra había finalizado pero yo seguía durmiendo en un callejón comiendo basura, pero quizás ahora si podría ir sin miedo a la casa dónde había crecido, claro, si es que quedaba algo de ella, emprendí un viaje algo largo, tardé al menos una semana y media y fue un gran alivio para mi llegar a la puerta del edificio y ver que apenas tenía algunos daños, al subir a mi casa todo estaba lleno de polvo y suciedad, las ventanas estaban rotas y se habían robado muchas cosas, pero no me importó, sólo quería dormir en mi cama, y con suerte morir sin frío, había pasado por tantas cosas que ya no tenía fuerzas ni para pensar en mi hermana ni preguntarme dónde estaba, que habría sido de la vida de papá, o de cuanto extrañaba a mamá, tan sólo tarareé una de las canciones que recordaba y me quedé dormida y no soñé.
Me desperté de forma muy agitada al darme cuenta que alguien me abrazaba, y lloraba en mi pecho, al incorporarme apenas y pude reconocer el rostro de mi hermana, otra vez su cara estaba rosadita aunque seguía estando bastante delgada, nos abrazamos y lloramos mucho, ella había llegado hace unos minutos con la esperanza de encontrar a alguien en la casa y casi se muere del susto al no reconocerme. Luego de que la ayudé a escapar esa noche que parecía que hubiese sido hace siglos, ella corrió hasta que se encontró con una familia que había renunciado a su religión judía y les suplicó asilo, la recibieron y le otorgaron documentos falsos para hacerse pasar por su hija, durante los primeros días no paraba de llorar y no dejaba de hablar de nosotros, especialmente de mi, que fui la que le otorgó una nueva oportunidad para vivir, en ese momento ni siquiera tuve la oportunidad de darle un beso de despedida pero en el momento en el que nos reencontramos, no pudimos soltarnos durante dos horas, la familia con la que mi hermana se hospedó durante estos años llegaron a la casa dónde me cuidaron y atendieron debido a que estaba muy enferma, durante muchos días esperamos a papá, pero no llegó jamás . Nunca tuvimos la oportunidad de hacerles un entierro como es debido , y por eso lloramos muchísimo, pero los honramos cada día recordándolos y hablando de ellos desde entonces, mi hermana se casó con el hijo mayor de la familia que la cuidó durante la guerra y dio a luz a mis dos hermosos sobrinos que amo como si fuesen mis hijos, debido a los maltratos que mi cuerpo recibió durante la guerra, no pude tener hijos, pero eso no le importó demasiado a mi esposo, un hombre bueno y paciente que le tocó vivir casi todas las penurias por las que yo pasé.
No me arrepiento ni por un minuto haber pasado por todo eso si eso significó salvarle la vida a mi querida hermana y volver a encontrarla, ojalá hubiese podido hacer eso por mi amiga, o papá ,o por mamá, a quien tanto extraño y a quien homenajeo día a día cantando las canciones que ella me enseñó y algunas que he escrito por mi cuenta, pero por sobre todo eso hay algo más: en esos campos te quitaban todo lo que te hacía ser quien eres, hasta tu nombre, tatuándote un número en el brazo, sin embargo yo me encargué de que el nombre de mi madre, que a la vez es el mío, no muriese ahí, y esa es mi mejor forma de recordarla. Mi nombre es Eva, y así fue como sobreviví y ayudé a vivir a mi hermana menor, siendo la heroína que mamá siempre quiso que fuera.
Mariana Betancourt Castro
Hace exactamente dos años que nos encontrábamos en este lugar, al principio mamá nos arropaba en las noches diciendo que esa era algo así como una pequeña aventura, en la que teníamos que vivir cómo los héroes de los libros que usualmente escapan de los malos, escondiéndonos y haciendo mucho silencio para que nadie nos notara y nos atrapara, decía que cuando todo esto terminara íbamos a poder comer bien y volver a usar vestidos bonitos, sin necesidad de llevar la estrella de David en nuestros abrigos, visibles para aquellos guardias de mirada helada, pero al cabo de un tiempo ya no nos decían que fuésemos como los héroes, o que volveríamos a comer bien, de hecho, ya no recordaba mucho el sonido de nuestras voces porque ya no teníamos la fuerza para hablarnos más de lo necesario, lo cual era bastante triste ya que una de las cosas que más disfrutábamos era escuchar a mamá cantar, su voz era preciosa, papá me decía que yo cantaba bien, pero yo prefería escucharla a ella. Me partía el corazón cuando veía a mi hermana frente al espejo examinándose el rostro, que antes solía ser más gordito y rosado y ahora se encontraba muy delgado y con una tonalidad gris por la falta de sol y aire fresco, en esos momentos recuerdo que la apartaba y le decía que ella era la niña más linda del mundo y que no se angustiara, luego de que se fuera era yo la que me miraba al espejo y observaba lo vieja que me veía para tan sólo tener diecisiete años, pero al menos estábamos juntos, pensaba, al menos estábamos todos juntos.
Una noche escuchamos fuertes golpes y patadas en la puerta, inmediatamente deduje que nos habían encontrado, como compartía cuarto con mi hermana, la jalé violentamente por el brazo, le metí de forma apresurada en los bolsillos de su piyama el dinero que tenía escondido bajo mi colchón y salimos corriendo cruzando el pasillo, en dónde se encontraba nuestra ventana, la saqué y ella se sostuvo con fuerza a la cornisa que quedaba en la pared, el suelo quedaba a unos diez metros y ella podía bajar aferrándose de los ladrillos que sobresalían, le alcancé a decir que esperara a que no hubiese nadie para que se fuera y que no mirara hacia atrás, una vez dicho eso, cerré la ventana y salí corriendo hacia mi cuarto para descubrir que ya los oficiales de la SS habían entrado y se encontraban registrándolo todo.
Nos golpearon, nos maltrataron, estaban convencidos de que faltaba una persona, mis padres al entender que mi hermana había escapado, argumentaron que tenían otra hija, pero que había muerto hace poco, después de golpearnos más nos creyeron, nos dieron unos minutos para recoger todo lo que pudiésemos cargar y nos llevaron, mientras nos conducían a ese vehículo obscuro pude observar una pequeña silueta en camisón blanco que nos observaba desde un callejón, hice el ademán de querer volver al escondite porque había olvidado algo, razón por la cual el oficial me golpeó nuevamente y como castigo lanzó mi maleta contra una pared y me subió a la patrulla por los cabellos, yo no podía parar de llorar por el dolor de los golpes, pero al menos sabía que mi hermana tendría ropa con la cual mantenerse caliente, donde quiera que estuviese.
Los días siguiente son algo borrosos, no logro recordar con claridad ese largo viaje en tren, pero cada vez que lo intento el recuerdo potente de un olor a vómito, orine y heces fecales se asoma en mi nariz. También recuerdo que se llevaron a mi papá cuando llegamos al campo, me quedé sola con mi mamá, a quien vi morir al poco tiempo de frío y hambre, lo único que podía hacer para recordarla y aliviar mi dolor era tararear las canciones que ella solía cantar para nosotros, con el tiempo las demás reclusas me pedían hacerlo a la hora de apagar las luces, ya que era el único momento del día en el que se podían permitir olvidar un poco las penas por las que todos pasábamos, cantaba hasta que todas se dormían y luego yo lloraba, hasta quedarme dormida también. Con el tiempo reconocí a una amiga con la que solía ir al colegio, compartíamos comida, nos dividíamos el trabajo a escondidas y con el pasar de los días, decidimos idear una forma de escapar, buscamos los puntos débiles de las cercas y una noche, en el momento preciso, nos hicimos con el poco pan mohoso que pudimos encontrar y corrimos tomadas de la mano, fue difícil, ya que en la noche hay perros. Estábamos ya cerca de nuestra salida cuando los perros empezaron a ladrar y a correr frenéticamente detrás de nosotras, sentía que los pies se me iban a salir en plena carrera, logré pasar la cerca primero sin dejar de tomar la mano de mi amiga, y fue entonces cuando mi pesadilla se hizo todavía más intensa, sentí un jalón, y al voltear descubrí con horror como los perros la tomaban por las piernas, ella chillaba de dolor, con lágrimas de terror en los ojos intenté traerla conmigo, pero los perros eran más fuertes, y ella sólo me gritaba que corriera, yo no quería dejarla, no quería estar sola; la sangre salpicaba por todas partes, escuchaba que los guardias ya venían, yo no quería soltarla, pero ella sólo me miró a los ojos en lo que me pareció que fue el segundo más lago de mi vida y me dijo “vete” y se soltó, del impulso me caí sentada pero inmediatamente salí corriendo mientras escuchaba sus gritos, aún escucho esos gritos cuando tengo pesadillas, usualmente una vez a la semana.
Al salir vagué por las calles comiendo basura, robándome las cosas que pude de casas que parecían estar abandonadas, en ocasiones conseguía objetos valiosos que parecían tener un gran valor sentimental, pero con mucho remordimiento las cambiaba por comida o ropa para cubrir mi esquelético cuerpo del frío. Un día me encontraba durmiendo en un callejón cuando me pareció escuchar que la guerra había finalizado, no podía alegrarme, la guerra había finalizado pero yo seguía durmiendo en un callejón comiendo basura, pero quizás ahora si podría ir sin miedo a la casa dónde había crecido, claro, si es que quedaba algo de ella, emprendí un viaje algo largo, tardé al menos una semana y media y fue un gran alivio para mi llegar a la puerta del edificio y ver que apenas tenía algunos daños, al subir a mi casa todo estaba lleno de polvo y suciedad, las ventanas estaban rotas y se habían robado muchas cosas, pero no me importó, sólo quería dormir en mi cama, y con suerte morir sin frío, había pasado por tantas cosas que ya no tenía fuerzas ni para pensar en mi hermana ni preguntarme dónde estaba, que habría sido de la vida de papá, o de cuanto extrañaba a mamá, tan sólo tarareé una de las canciones que recordaba y me quedé dormida y no soñé.
Me desperté de forma muy agitada al darme cuenta que alguien me abrazaba, y lloraba en mi pecho, al incorporarme apenas y pude reconocer el rostro de mi hermana, otra vez su cara estaba rosadita aunque seguía estando bastante delgada, nos abrazamos y lloramos mucho, ella había llegado hace unos minutos con la esperanza de encontrar a alguien en la casa y casi se muere del susto al no reconocerme. Luego de que la ayudé a escapar esa noche que parecía que hubiese sido hace siglos, ella corrió hasta que se encontró con una familia que había renunciado a su religión judía y les suplicó asilo, la recibieron y le otorgaron documentos falsos para hacerse pasar por su hija, durante los primeros días no paraba de llorar y no dejaba de hablar de nosotros, especialmente de mi, que fui la que le otorgó una nueva oportunidad para vivir, en ese momento ni siquiera tuve la oportunidad de darle un beso de despedida pero en el momento en el que nos reencontramos, no pudimos soltarnos durante dos horas, la familia con la que mi hermana se hospedó durante estos años llegaron a la casa dónde me cuidaron y atendieron debido a que estaba muy enferma, durante muchos días esperamos a papá, pero no llegó jamás . Nunca tuvimos la oportunidad de hacerles un entierro como es debido , y por eso lloramos muchísimo, pero los honramos cada día recordándolos y hablando de ellos desde entonces, mi hermana se casó con el hijo mayor de la familia que la cuidó durante la guerra y dio a luz a mis dos hermosos sobrinos que amo como si fuesen mis hijos, debido a los maltratos que mi cuerpo recibió durante la guerra, no pude tener hijos, pero eso no le importó demasiado a mi esposo, un hombre bueno y paciente que le tocó vivir casi todas las penurias por las que yo pasé.
No me arrepiento ni por un minuto haber pasado por todo eso si eso significó salvarle la vida a mi querida hermana y volver a encontrarla, ojalá hubiese podido hacer eso por mi amiga, o papá ,o por mamá, a quien tanto extraño y a quien homenajeo día a día cantando las canciones que ella me enseñó y algunas que he escrito por mi cuenta, pero por sobre todo eso hay algo más: en esos campos te quitaban todo lo que te hacía ser quien eres, hasta tu nombre, tatuándote un número en el brazo, sin embargo yo me encargué de que el nombre de mi madre, que a la vez es el mío, no muriese ahí, y esa es mi mejor forma de recordarla. Mi nombre es Eva, y así fue como sobreviví y ayudé a vivir a mi hermana menor, siendo la heroína que mamá siempre quiso que fuera.
Mariana Betancourt Castro