Hubo una etapa de mi vida en la que, tontamente, pensé que el mundo se me terminaba porque alguien dejó de quererme.
Hubo una etapa de mi vida en la que cada despertar era tortuoso, cada mañana era gris y fría aunque el sol brillara a su máxima potencia.
Hubo una etapa de mi vida en la que, incluso, por su culpa y por la mía, por dejarle, olvidé lo que era reír a carcajadas, y hasta sonreír un poquito dolía en lo más profundo de mi corazón.
Y fue en ese entonces cuando conocí y empecé a leer "Los miserables"
Hubo una etapa de mi vida en la que cada despertar era tortuoso, cada mañana era gris y fría aunque el sol brillara a su máxima potencia.
Hubo una etapa de mi vida en la que, incluso, por su culpa y por la mía, por dejarle, olvidé lo que era reír a carcajadas, y hasta sonreír un poquito dolía en lo más profundo de mi corazón.
Y fue en ese entonces cuando conocí y empecé a leer "Los miserables"
Los seres humanos somos muy interesantes en lo que corresponde al manejo de las emociones, en vez de escapar del dolor, por ejemplo, lo enfrentamos y lo incrementamos haciendo nuestros propios puñales y clavándolos en nuestros puntos más vulnerables.
Ya no recuerdo por qué me nació la curiosidad de leer ese libro, pero empecé a hacerlo, desde mi celular.
Si, una locura, seguro que fue por esa razón que mi miopía incrementó, pero simplemente no pude evitarlo, lo necesitaba, y el libro necesitaba ser leído.
Me refugiaba en el, leyendo la historia de aquellos personajes, buenas personas, a las que no les dejaban de pasar cosas horribles, y por un momento, yo no sentía mi propio dolor, sino que ellos me prestaban el suyo.
El libro se divide en tres partes, dos de las cuales habla de un buen hombre, que no dejó de hacer el bien, pero que al mismo tiempo la injusticia y la negrura de la desgracia nunca dejó de perseguirlo.
Ese hombre bueno me ayudó mucho, sentía que con su fuerza me cargaba y me alejaba de la soledad en la que yo misma me había encerrado.
Ver este libro en un estante es como encontrarme con aquella Mariana, que no dejaba de sufrir día tras día, que no dejaba caer esa pesada carga que ya le dañaba y que ya hace tiempo tendría que haber soltado.
Este libro, es como un viaje en el tiempo, en el cual, al verme, y no poder hacer nada en ese entonces, me siento inútil.
Pero, escucha pequeña Mariana de aquel entonces, no voy a dejar que eso vuelva a pasarnos, no dejaré que vuelvas a sentir que la vida hizo pedazos tu sueño, no dejaré que vuelvas a ahogarte en llanto hasta dormir, y que sólo esas pocas horas de sueño sean el alivio para ese puñal en tu alma, no permitiré que empieces un día llorando y sintiendo que te pesa el cuerpo.
Así como ese hombre bueno te ayudó, yo me encargaré de cargarte y asegurarme de que no vuelvas a sentirte tan mal, tan sola, tan...miserable.
Se que estoy hablando más de mi misma que del libro, pero es que llegó a ser tan parte de mi, que tratar de separarnos sería imposible, ese pequeño pasaje de mi vida está ligado a esa obra de Victor Hugo.
Y por supuesto que lloraba a mares, pero al menos el consuelo era que lloraba por penas que no eran mías, pero que me dolían como si le pasaran a personas que yo quisiera.
Es esa clase de libros que, más allá de leerlos, los debes adoptar, y dejar que te adopten. Dejar que la tinta que los compone se convierta en tu sangre y que tus lágrimas se conviertan en las de los personajes. Que sientas que se complementen hasta tal punto que, sin darte cuenta, sueñes con ellos, pienses en ellos con nostalgia y, que algún día cuando los vuelvas a leer, se abracen, y vuelvan a vivir esa historia juntos.
Pero por ahora, mis pequeños miserables solo han sido leídos por mi una vez.
Pero les invito a entrar a sus vidas, y que ellos consigan un poco de cobijo en las suyas.
Después de todo, necesitan ser escuchados.
Mariana Betancourt Castro.
Ya no recuerdo por qué me nació la curiosidad de leer ese libro, pero empecé a hacerlo, desde mi celular.
Si, una locura, seguro que fue por esa razón que mi miopía incrementó, pero simplemente no pude evitarlo, lo necesitaba, y el libro necesitaba ser leído.
Me refugiaba en el, leyendo la historia de aquellos personajes, buenas personas, a las que no les dejaban de pasar cosas horribles, y por un momento, yo no sentía mi propio dolor, sino que ellos me prestaban el suyo.
El libro se divide en tres partes, dos de las cuales habla de un buen hombre, que no dejó de hacer el bien, pero que al mismo tiempo la injusticia y la negrura de la desgracia nunca dejó de perseguirlo.
Ese hombre bueno me ayudó mucho, sentía que con su fuerza me cargaba y me alejaba de la soledad en la que yo misma me había encerrado.
Ver este libro en un estante es como encontrarme con aquella Mariana, que no dejaba de sufrir día tras día, que no dejaba caer esa pesada carga que ya le dañaba y que ya hace tiempo tendría que haber soltado.
Este libro, es como un viaje en el tiempo, en el cual, al verme, y no poder hacer nada en ese entonces, me siento inútil.
Pero, escucha pequeña Mariana de aquel entonces, no voy a dejar que eso vuelva a pasarnos, no dejaré que vuelvas a sentir que la vida hizo pedazos tu sueño, no dejaré que vuelvas a ahogarte en llanto hasta dormir, y que sólo esas pocas horas de sueño sean el alivio para ese puñal en tu alma, no permitiré que empieces un día llorando y sintiendo que te pesa el cuerpo.
Así como ese hombre bueno te ayudó, yo me encargaré de cargarte y asegurarme de que no vuelvas a sentirte tan mal, tan sola, tan...miserable.
Se que estoy hablando más de mi misma que del libro, pero es que llegó a ser tan parte de mi, que tratar de separarnos sería imposible, ese pequeño pasaje de mi vida está ligado a esa obra de Victor Hugo.
Y por supuesto que lloraba a mares, pero al menos el consuelo era que lloraba por penas que no eran mías, pero que me dolían como si le pasaran a personas que yo quisiera.
Es esa clase de libros que, más allá de leerlos, los debes adoptar, y dejar que te adopten. Dejar que la tinta que los compone se convierta en tu sangre y que tus lágrimas se conviertan en las de los personajes. Que sientas que se complementen hasta tal punto que, sin darte cuenta, sueñes con ellos, pienses en ellos con nostalgia y, que algún día cuando los vuelvas a leer, se abracen, y vuelvan a vivir esa historia juntos.
Pero por ahora, mis pequeños miserables solo han sido leídos por mi una vez.
Pero les invito a entrar a sus vidas, y que ellos consigan un poco de cobijo en las suyas.
Después de todo, necesitan ser escuchados.
Mariana Betancourt Castro.