En diciembre de 2012, cerca de estas fechas, viví por primera vez la hermosa experiencia de rescatar a un animal de la calle. Una hermosa gatita que hasta el sol de hoy sigue ocupando un lugar especial en mi corazón y que me demostró que hasta el más pequeño acto de bondad puede cambiar la vida de una persona o de una inocente criatura que no sabía que sería tan afortunada.
Taylor llegó a mis brazos de una forma muy inesperada, era tan pequeña que cabía sentada en mi mano y estaba tan flaca que podía sentir todos los huesos de su columna, cruzó la calle sin ver si venía un carro o un perro, desesperada por el hambre, tenía pulgas y cadillos enredados en su pelo, las orejas estaban caídas y parecía que lo único que todavía tenía vida en su ser eran sus grandes ojos azules. Inmediatamente la tomé y con ayuda de mi madre la bañamos y la pusimos a secar al potente sol de Río Chico, al intentar darle de beber leche de un envase de plástico comprobamos lo pequeña que era, ya que lo primero que hizo fue estrellar la cara completa con el fondo, todavía estaba en edad de ser amamantada, pero no recurrimos a un gotero ya que estábamos convencidos de que aprendería rápido, luego de tomar la leche se quedó dormida en mi regazo y en ese momento me di cuenta del problema en el que me había metido, no podía tener un gato ya que mi perra los detesta, incluso intentó hacerle daño a Taylor en una oportunidad, pero no podía simplemente abandonarla, era una responsabilidad mía en ese momento. Dejé a esa gata hacer lo que quisiera, total, no hacía nada malo; con arena de la playa en una tapa de maceta aprendió en dos días lo que era hacer en una caja de arena, era muy friolenta porque estaba muy delgada así que la dejaba dormir conmigo, y en las noches me levantaba a las tres de la mañana para alimentarla, ya que siempre tenía hambre, jugaba y me hacía reír con sus torpezas, pero el tiempo se acababa, no podía tener a Taylor viviendo en un cuarto tan pequeño como el mío aquí en caracas, así que con un contacto acudí a una mujer veterinario que buscaba una mascota para la hija de una amiga, y fue una mañana de un domingo cuando se presentaron en mi casa y de inmediato se enamoraron de Taylor, se la llevaron a cortarle las uña y hacerle pruebas por si tenía parásitos, recuerdo que la niña de cinco años estaba muy emocionada de tener a mi gata, y entre lágrimas me despedí de ella, pero se me quedarán grabadas por siempre las palabras que me dijeron mi madre y la veterinario “De no ser porque tú la salvaste, Taylor hubiese muerto” y tienen razón, lo importante es salvarlos, darles una oportunidad, y en el caso de no poder adoptarlos para siempre, buscar a alguien que se vea responsable y amoroso para que los cuide. Dejar que un animal entre así a nuestra vida nos hace mas humanos, y esa es lo que hay que tener presente al momento de adoptar a un nuevo miembro de la familia.
Mariana Betancourt Castro
Mariana Betancourt Castro