Faltan seis días para navidad ¿Lo pueden sentir en el aire? Y es de cierta manera inevitable recordar aquellas cosas que viví, cuando era más pequeña, cosas que de cierta manera me hicieron pasar pena, pero que ahora uno las recuerda con gracia porque el tiempo ha pasado, y como siempre he dicho "Los momentos horribles de ahora, son las posibles historias graciosas del futuro". Pero también otras que me causaron risas en el momento, y, por supuesto, otras que ahora me conmueven profundamente. Así que aquí les van algunas anécdotas:
1-) Siempre odié usar vestido cuando era chiquita, tenía como siete años y mi mamá me puso un vestido hermoso para una una cena que mi abuela tuvo en mi casa con sus amigas (unos días antes de la cena del 24 o el mismo 24, ya no recuerdo claramente), pero a mi me entró el demonio y monté una rabieta. Según mi mamá, yo no era una niña de rabietas, pero esa noche no se qué me pasó , que no quise salir, no quise comer, no quise NADA, hasta que me quitaran ese molesto vestido, me pusieran la piyama y así si pudiese estar cómoda.
2-) A mi me encanta pasar pena, (en verdad no, lo odio, soy una persona que se pone EVIDENTEMENTE incómoda cuando paso vergüenza, porque se me pone la cara roja, empiezo a sudar, que es otra cosa que odio, y cuando era niña era tanto el sentimiento de incomodidad que me ponía a llorar. Pero digo que me "encanta" para ALEJAR a esos propensos momentos de pena que me puedan estar persiguiendo) así que no es de extrañar que justamente cuando mi familia estuviese reunida en la sala para el intercambio de regalos, yo estuviese tan emocionada que perdiese el equilibrio y me cayera, pero no fue al piso, no no no, ojalá hubiese tenido tanta suerte. Me caí en el NACIMIENTO. Se podrán imaginar la vergüenza cuando, después de la preocupación, siguieron inmediatamente las risas, y mientras tanto yo no sabía si el nudo en la garganta y las ganas de llorar eran por la pena, o porque sentía que seguía teniendo a los tres reyes magos clavados a lo largo de la columna vertebral. Tenía como ocho o nueve años.
3-) Una de mis cosas favoritas de esta época es el pernil, y no soy la única, así que para una cena de navidad en mi casa, cuando tenía como doce años, mandamos a hacer un plato GIGANTE, con pernil, colocado elegantemente sobre una cama de lechuga. En ese momento mi perra Mulan seguía siendo una cachorra, que se supone que mi hermana y yo debíamos vigilar para que no hiciera otra travesura, porque ya había roto varios adornos. Inocentemente pensamos que si hubiese estado causando algún problema, lo hubiésemos notado, así que decidimos seguir viendo ese especial de navidad que pasan cada diciembre en los canales infantiles. Cual fue mi sorpresa que al salir a tomar agua, descubro que Mulán estaba en dos patas, apoyándose en una silla, y ya se había zampado casi un cuarto de plato de pernil, JUNTO CON LA LECHUGA. Fue horrible, tuve que tirar los que ya estaban mordisqueados, poner el plato lo más lejos que pude y medio arreglar el desastre para que no fuese muy evidente el daño que la pobre perra había causado por nuestra culpa.
4-) En una ocasión ayudé a mi abuela materna a hacer hallacas, a mi por supuesto me tocó la tonta tarea de ponerle onoto a las hojas de plátano, pero como vieron que ya me estaba aburriendo, me pusieron a cargo de colocarle los adornitos al guiso sobre la masa antes de dárselas a mi mamá para que las cerrara. En eso veo que mi abuela me pasa una hallaca super extraña, se veía como incompleta...¡Pero claro! a la abuela se le había olvidado ponerle la masa abajo del guiso. Hacíamos esta tarea con tanta inercia que casi no nos percatamos de la soberana tontería que estábamos por hacer.
5-) El niño Jesús siempre fue la persona más esperada cada diciembre. Era hermoso colocar mi carta en el árbol y que al día siguiente ya no estuviese ahí. Pero un día me puse a pensar, y mi pequeña e inocente mente de 4 años dedujo que la noche del 24 de diciembre, no era sólo para recibir los regalos, sino que también era el cumpleaños de ese niño lindo que nos traía aquellas cosas que más queríamos. Así que, yo también decidí dejarle regalos al niño Jesús cada navidad, hasta que, cuando tenía 6, decidí darle algo muy especial, que me costó demasiado, pero pensaba que él se merecía por hacerle el favor a tantos niños en el mundo de darles presentes en esa noche tan fría: lavé y envolví con mucho cariño y dolor al mismo tiempo mi muñeca favorita y se la dejé bajo el árbol con la notita que le dejaba cada año "Feliz cumpleaños Niño Jesús, espero que te guste"
Con el paso de los años, y al enterarme de lo que tenía que saber con respecto al niño Jesús, le pregunté a mi mamá si, entonces, me podía devolver mi muñeca, a lo que ella me respondió, con una sonrisa triste "Fue regalada". Me puse muy triste al principio y pensé con mucha rabia cómo pude ser tan tonta como para desprenderme de algo que amaba, y darlo sin más. Mi mamá me calmó con las siguientes palabras "la diste con mucho amor, no está mal lo que hiciste".
Y entonces entendí que, de verdad, hubiese sido un desperdicio de intenciones dejarla guardada, esperando a que yo la recuperara, entendí que ese acto de tan buena voluntad, tan inocente y tan puro no debía quedarse encerrado en estas cuatro paredes y es por eso que mi mamá regaló a mi muñeca. La inocencia es algo tan impresionante, que hasta a mi me sorprende que fui yo la que hizo ese acto tan bonito, que quizás hice muy feliz a una niña en navidad, que YO fui la Niño Jesús de alguien.
Para mi, esta última anécdota que les he contado es la que contiene el verdadero significado de la navidad, hacer un esfuerzo que salga de tu corazón para alguien que amas, y que ese gesto, más que el objeto, sea lo que haga feliz a la persona.
Los invito a contarme las historias que más recuerden de esta época :D, me gustaría mucho escucharlas.
Mariana Betancourt Castro.
2-) A mi me encanta pasar pena, (en verdad no, lo odio, soy una persona que se pone EVIDENTEMENTE incómoda cuando paso vergüenza, porque se me pone la cara roja, empiezo a sudar, que es otra cosa que odio, y cuando era niña era tanto el sentimiento de incomodidad que me ponía a llorar. Pero digo que me "encanta" para ALEJAR a esos propensos momentos de pena que me puedan estar persiguiendo) así que no es de extrañar que justamente cuando mi familia estuviese reunida en la sala para el intercambio de regalos, yo estuviese tan emocionada que perdiese el equilibrio y me cayera, pero no fue al piso, no no no, ojalá hubiese tenido tanta suerte. Me caí en el NACIMIENTO. Se podrán imaginar la vergüenza cuando, después de la preocupación, siguieron inmediatamente las risas, y mientras tanto yo no sabía si el nudo en la garganta y las ganas de llorar eran por la pena, o porque sentía que seguía teniendo a los tres reyes magos clavados a lo largo de la columna vertebral. Tenía como ocho o nueve años.
3-) Una de mis cosas favoritas de esta época es el pernil, y no soy la única, así que para una cena de navidad en mi casa, cuando tenía como doce años, mandamos a hacer un plato GIGANTE, con pernil, colocado elegantemente sobre una cama de lechuga. En ese momento mi perra Mulan seguía siendo una cachorra, que se supone que mi hermana y yo debíamos vigilar para que no hiciera otra travesura, porque ya había roto varios adornos. Inocentemente pensamos que si hubiese estado causando algún problema, lo hubiésemos notado, así que decidimos seguir viendo ese especial de navidad que pasan cada diciembre en los canales infantiles. Cual fue mi sorpresa que al salir a tomar agua, descubro que Mulán estaba en dos patas, apoyándose en una silla, y ya se había zampado casi un cuarto de plato de pernil, JUNTO CON LA LECHUGA. Fue horrible, tuve que tirar los que ya estaban mordisqueados, poner el plato lo más lejos que pude y medio arreglar el desastre para que no fuese muy evidente el daño que la pobre perra había causado por nuestra culpa.
4-) En una ocasión ayudé a mi abuela materna a hacer hallacas, a mi por supuesto me tocó la tonta tarea de ponerle onoto a las hojas de plátano, pero como vieron que ya me estaba aburriendo, me pusieron a cargo de colocarle los adornitos al guiso sobre la masa antes de dárselas a mi mamá para que las cerrara. En eso veo que mi abuela me pasa una hallaca super extraña, se veía como incompleta...¡Pero claro! a la abuela se le había olvidado ponerle la masa abajo del guiso. Hacíamos esta tarea con tanta inercia que casi no nos percatamos de la soberana tontería que estábamos por hacer.
5-) El niño Jesús siempre fue la persona más esperada cada diciembre. Era hermoso colocar mi carta en el árbol y que al día siguiente ya no estuviese ahí. Pero un día me puse a pensar, y mi pequeña e inocente mente de 4 años dedujo que la noche del 24 de diciembre, no era sólo para recibir los regalos, sino que también era el cumpleaños de ese niño lindo que nos traía aquellas cosas que más queríamos. Así que, yo también decidí dejarle regalos al niño Jesús cada navidad, hasta que, cuando tenía 6, decidí darle algo muy especial, que me costó demasiado, pero pensaba que él se merecía por hacerle el favor a tantos niños en el mundo de darles presentes en esa noche tan fría: lavé y envolví con mucho cariño y dolor al mismo tiempo mi muñeca favorita y se la dejé bajo el árbol con la notita que le dejaba cada año "Feliz cumpleaños Niño Jesús, espero que te guste"
Con el paso de los años, y al enterarme de lo que tenía que saber con respecto al niño Jesús, le pregunté a mi mamá si, entonces, me podía devolver mi muñeca, a lo que ella me respondió, con una sonrisa triste "Fue regalada". Me puse muy triste al principio y pensé con mucha rabia cómo pude ser tan tonta como para desprenderme de algo que amaba, y darlo sin más. Mi mamá me calmó con las siguientes palabras "la diste con mucho amor, no está mal lo que hiciste".
Y entonces entendí que, de verdad, hubiese sido un desperdicio de intenciones dejarla guardada, esperando a que yo la recuperara, entendí que ese acto de tan buena voluntad, tan inocente y tan puro no debía quedarse encerrado en estas cuatro paredes y es por eso que mi mamá regaló a mi muñeca. La inocencia es algo tan impresionante, que hasta a mi me sorprende que fui yo la que hizo ese acto tan bonito, que quizás hice muy feliz a una niña en navidad, que YO fui la Niño Jesús de alguien.
Para mi, esta última anécdota que les he contado es la que contiene el verdadero significado de la navidad, hacer un esfuerzo que salga de tu corazón para alguien que amas, y que ese gesto, más que el objeto, sea lo que haga feliz a la persona.
Los invito a contarme las historias que más recuerden de esta época :D, me gustaría mucho escucharlas.
Mariana Betancourt Castro.